07. Soneto al lavadero

Un soneto me manda hacer Landarte
que en mi vida me he visto en tal aprieto.

Catorce versos dicen que es soneto
burla burlando, van los tres delante.

En Leatxe existe un lavadero
menos conocido que el oficial
y aunque no es de época medieval
su recuerdo es imperecedero.

Servía de piscina de chapoteo
y en él aprendíamos a nadar.

Solíamos ir a la hora del sesteo.

En el mes de julio tocaba limpiar
y del agua escuchar el borboteo
para meterse dentro a disfrutar.

LAVADERO

Todos en Leatxe conocemos la existencia del lavadero de la Era de Doncel. Los mayores porque lo utilizaron y los más jóvenes porque fue restaurado y ahora ocupa un lugar destacado en el pueblo.

Pero hubo otro lavadero que ahora ya no existe; primero porque quedó en desuso y la maleza lo engulló y después porque fue derruido por las obras de la concentración parcelaria para hacer un camino nuevo y dar un mejor acceso al pueblo y a la piscina de riego de las huertas.

Este lavadero se hizo en los años 50. No era de piedra sino de hormigón. Se construyó elevado del suelo para no tener que agacharse para lavar. Lo habitual era que los lavaderos se hicieran a muy baja altura y la tarea de lavar se hiciera de rodillas.

Al parecer la idea no tuvo éxito y las personas que iban a lavar no se encontraban cómodas en esa posición.

Por lo tanto, este lavadero no fue muy utilizado. Afortunadamente las lavadoras llegaron pronto a los hogares.

Más adelante este lavadero fue utilizado como piscina de chapoteo para los más pequeños.

Cuando no levantabas un palmo del suelo y tus padres no te dejaban meterte en la piscina por si te ahogabas, la alternativa era el lavadero. No era muy grande, pero con 5 o 6 años resultaba más que suficiente.

El agua venía de la piscina de riego de los huertos a través de una tubería subterránea que se encontraba en mal estado porque había días en los que llegaba agua y otros en los que no.

Junto al lavadero está la piscina en la que se bañaban los más mayores y siempre existía esa sensación de envidia por verlos allí tan agusto y tú en la pequeñita.

El lavadero era el trampolín para pasar a la piscina y provocaba ese afán de superación por aprender a nadar y poder dar el salto a la piscina.

Todos los años al empezar la temporada de baño lo solíamos limpiar para quitar la tierra y las hojas, ramas y piedras que tenía dentro. Después a esperar que llegara el agua de la piscina (que siempre estaba fría) y a mover las patitas.

Al hacer la concentración se hizo un camino a modo de variante para rodear el pueblo y se conectó con el camino que iba del pueblo a la piscina. El pobre lavadero estaba en medio de aquellas obras y sucumbió.

Su estado era entonces (año 1999) muy pobre.  Las paredes estaban muy deterioradas.