12. Adiskide bat bazen
Érase una vez un amigo, pero no era pastor.
Era pequeño, pelinegro, y flaco.
Pasó la vida entre viñas, trigo y pinos.
En la plaza era valiente, pero no solía cantar.
Solo de vez en cuando, y por lo general en compañía de amigos.
Sí, subía por las laderas de los montes, no a buscar ovejas, sino setas.
Dueño y señor de las seteras.
Sentía un gran amor por su pueblo, dispuesto a hacer lo que fuera.
Era el perejil de toda salsa.
Puso su muga en Aibar, pero se sentía libre en su trozo de tierra.
Hombre de fiesta, de amigos, siempre tenía cerca el vino del monte.
De vez en cuando parecía el Flautista de Hamelín, pues en la plaza los niños le seguían.
Cuando enfermó, débil y cabizbajo el pobre, guardó todo sentimiento en su interior.
Le llegó su último aliento, sin ser verso, ni grito.
Callandico se nos marchó de cuatromugas arriba.
Ahora nos queda su recuerdo.
No era pastor, pero
ERA AMIGO